¿Por qué bailamos?



En mi mundo, que mide 20 cuadras y 100 contactos de Instagram, bailamos para escapar de la realidad. Queremos escapar para no pensar en nuestra impotencia. No tenemos poder de transformación de la realidad porque lo cambiamos para poder consumir en paz. Si podemos tomar birra y comer hamburguesas no vamos a protestar mucho. Y si hay que protestar caminaremos 8 cuadras alrededor del centro de la ciudad aplaudiendo. Seguramente suba una historia para que los 100 contactos vean que estoy del lado del bien. Después voy a mezclar alcohol con porro en una cena y debatiré con un borracho sobre el destino de la humanidad. Al otro día reviviré con agua y depresión post fiesta y pre semana laboral. Dios no descansó el domingo, se deprimió. Nosotrxs, su creación, lo imitaremos por el resto de los días, amén.


De lo único que somos dueños es de nuestros pasos. Un rinconcito de libertad que sólo molesta a señoras pacatas y nacionalistas sobregirados. Y ahí estamos, entre las luces de colores, el humo y los decibeles al palo contorneándonos para gustarle a alguien. Lo que más me gusta bailar es la electrónica popera, la cumbia en todos sus formatos y las murgas argentinas. Algo medio local, algo de sudamérica y algo de afuera. Los ingredientes de un consumo cultural que refleja la pérdida de identidad. Mi verdadera identidad, la tuya también, es la del consumo. Y nuestro Dios es la guita en cualquiera de sus formatos. Hasta que no giremos el barco en otra dirección todo lo que hagamos será bajo ese signo.


Volvamos a la pista. Estamos transpirando, alguien trae un vaso gigante de fernet. Otra saca una tuca de la riñonera. El DJ pone un hit de los 90 que en su momento odiamos y hoy amamos. Como nos deconstruimos la música que decíamos era para putos ahora nos gusta. Hasta ahí llega nuestra deconstrucción. Vení pibe subite a la posmodernidad que te llevamos. Pero como sabemos que existe la globalización nos tatuamos al gauchito gil, no sea cosa que piensen que somos cipayos (que lo somos). Seguimos bailando. Alguien ofrece M. El cuerpo es un motor que necesita nafta súper, premium y diesel al mismo tiempo. Nuestros cuerpos son los autos de Rápido y Furioso, hay que meterle nitro y que aguante lo que aguante. 


Alguien te mira tirar pasos ridículos. Se ríe. Listo, estoy enamoradx. Mañana me caso. Pasado me separo porque no le gusta Twin Peaks. Debería haber preguntado eso antes. Ya está, la clave para una relación duradera es hacer unas 100 preguntas sobre temas importantes. Hoy buscar una serie para ver o una persona para coger tiene atrás el mismo algoritmo. 87% de match… mmm no sé, le gusta la lechuga repollada y a mi la criolla, no sé si va a andar lo nuestro.


Nos despedimos de la persona y volvemos a nuestro grupo. Nos reciben con grititos agudos y un vaso de gin tonic caliente. Alguien pregunta si queremos merca. No eso no, no me gustan los duros. Otro dice que no estigmaticemos. Es verdad, tomemos merca así nadie se siente excluido. 


Llegó el domingo, lo de ayer estuvo re bueno. Mencioname en la historia así lo comparto amigo. Yo mientras pongo la cafetera y abro la mac y escribo este texto. Así parezco corte intelectual y disimulo el miedo que tengo a lo que viene. Porque los que aparentamos estar sobrados en el fondo estamos cagados. Es como la regla de 3 simple, no falla. 

Una idea esperanzadora para cerrar: creo que en el baile hay una potencia liberadora. Pero esa fuerza no está ni en el género musical, ni en la destreza corporal ni en las fotos que nos sacamos. Está en la capacidad de reunir personas distintas, probablemente opuestas, que por un par de horas deseen atraerse mutuamente. Eso que usamos para escaparle a la sociedad de mierdad que construimos tiene la capacidad de algo más. Sí, suena un poco naif, pero qué querés que haga, es esto o creer en una dirigencia que gira en círculos sin saber dónde tienen la cabeza y dónde el culo (re indio solari esto no?).


Como dice Javiera Pérez Salerno en La Sierra Grande: “No sabíamos que el agujero era también lo que iba a sostenernos”. 


Salud.